Los WRC 2017 podrían ser «demasiado rápidos y dar un espectáculo inadecuado», dicen (ahora) los implicados en el certamen y recoge autosport.com. Esto, amigos, deberíamos haberlo pensado antes de cambiar las normas con el fin de crear vehículos más veloces para que atrajeran más público. ¿En qué quedamos? ¿Dónde está el límite y, sobre todo… quién lo pone?
Resumimos: la próxima temporada habrá motores más potentes, un diferencial central que proporcionará más eficiencia a los coches y una aerodinámica mejorada que dará como resultado un mayor agarre. Los WRC del año que viene serán los más rápidos que se hayan visto nunca, como se anunció a bombo y platillo, sacando pecho. Legiones de aficionados iban a desplazarse a los tramos para verlos: ése era el plan, revitalizar la disciplina con caballos y más caballos.
Pero, justo ahora que los equipos empiezan a presentar las máquinas en las que llevan tanto tiempo trabajando (recordemos que Citroën se ha tomado un año pseudosabático en el Mundial para crear su nuevo vehículo), saltan las alarmas: los récord que pueden marcarse en las especiales, toda esta potencia… ¿no resultará un «espectáculo inadecuado»? Déjame que lo piense. Hablamos de coches que luchan contra el tiempo, por lo que su cometido es ir rápido; es la propia esencia de las carreras llegar cada vez más lejos en este apartado. Coches rápidos-carreras. Coches rápidos-carreras. Van unidos, ¿no? El juego, el «espectáculo», como lo tachan ellos, siempre ha sido así. Ahora no nos llevemos las manos a la cabeza diciendo que es un mal ejemplo.
Otra cosa es que este incremento en el ritmo afecte a la seguridad; ahí tocamos un tema que sí merece consideración. Los pilotos han expresado su preocupación por el aumento de la velocidad punta en sitios como el Rallye de Finlandia, donde las cifras ya son mareantes sin necesidad de ver pasar los árboles muy de cerca y muy deprisa. Esto debe ser valorado y tenido en cuenta. Sin embargo, les inquieta más que los WRC parezcan fáciles de conducir. Porque -no nos olvidemos- el cometido de las modificaciones aerodinámicas de las que hablábamos es pegarlos al suelo. Y los pega.
Así que el espectáculo que se está buscando por un lado (perdón, que se «estaba» buscando… hasta que alguien pensó en el mensaje que un coche rápido puede dar en una carrera) se rebaja por otro, con vehículos perfectamente asentados sobre la pista. Y que, además, pretenden ser eficientes -el «postureo» de la competición, vaya-. ¿No debería eso contentar a todos? Igual sí, si no fuera por un pequeño detalle… ¿alguien se ha molestado en preguntar al público lo que quiere, en lugar de suponerlo e imponérselo?