Aunque muchos de vosotros no consideráis un eco rallye como… bueno, como un rallye -se va despacio, no hay que consumir, ¡participan coches eléctricos!- tened en cuenta que, nos guste o no, el futuro de las carreras intenta ir por ahí. Piensa en la Fórmula E o en la cantidad de tecnología que se aplica para que incluso los monoplazas de la F1 contaminen lo menos posible: ser «verde» no está reñido con la velocidad y empiezan a vendérnoslo así para que luego no nos llevemos el susto. Tras recibir una invitación de Volkswagen para participar en una de estas citas, aceptamos con el fin de ver en qué consiste y hablar después con conocimiento de causa. Y esto es lo que hemos encontrado…
Para empezar, ya que no hay velocidad, en el parque cerrado no encuentras monos, cascos o coches con jaulas de seguridad. Esto abre mucho el abanico de gente que se reúne allí: matrimonios mayores, amigos que se quitan el gusanillo y se sienten pilotos por un día, profesionales de verdad ya retirados de la competición activa, como Luis Climent -en breve verás una entrevista con él en Rallyes.net– o Mia Bardolet e incluso personajes más «glamourosos», como misses, actores o actrices.
El briefing es sencillo, pero ahí empiezan nuestros problemas. No nos hemos traído un cronómetro, ni un mísero reloj digital, así que hablar de un TerraTrip o un Blunik (aparatos que miden distancias y velocidades medias) es un sueño… Sincronizamos nuestros relojes analógicos de pulsera con el oficial de la organización, nos reparten los carnés de ruta y, cuando nuestro VW Golf 2.0 TDI con cambio DSG pasa por el podio de salida, ponemos el cuentakilómetros parcial a cero. Anoche, antes de dejar el coche en el parque cerrado, los organizadores llenaron nuestro depósito y lo precintaron. Ahora tenemos que gastar lo menos posible y ceñirnos al máximo a las velocidades medias marcadas para cada uno de los ocho tramos de la prueba.
Yo conduzco; Javier Arenas es mi copiloto. Él tiene más experiencia en rallyes ecológicos y sabe que la labor del navegante, siempre crucial, aquí es aún más importante: todo el mérito es suyo. No exagero. Él dice cuánto tiempo podemos perder en el enlace -vamos a un ritmo exageradamente lento para gastar lo menos posible y las carreteras están abiertas al tráfico, con el riesgo que eso conlleva- y me pide que antes de cada especial ponga el parcial a cero de nuevo para avisarle después cada 200 metros. Él comprobará mediante las tablas que nos ha dado la organización si estamos por encima o por debajo del crono que se supone que deberíamos hacer si cumpliéramos la velocidad media. Además, hay puntos de control ocultos que miden esta velocidad: ir más deprisa o despacio supone una penalización.
El primer tramo consiste en dos vueltas al karting Benikarts, a las afueras de Castellón. Cuando hemos recorrido casi 100 metros me doy cuenta de que el parcial no está a cero. Vamos «a pelo» y ni siquiera nos acordamos de las pocas herramientas que tenemos a nuestra disposición, huele a desastre… Pero no. Resulta que logramos la menor penalización, cumpliendo mejor que nadie en nuestra categoría (combustibles fósiles) la velocidad media de 34 km/h. Nos miramos sorprendidos y nos encogemos de hombros: no sabemos cómo lo hemos hecho, pero no pinta mal.
La segunda especial exige más concentración: 10 km en carretera abierta, con una media de 50 km/h. Parece poco, pero no es fácil mantener ese ritmo cuando las curvas son muy cerradas. Hay que trazar, además, por fuera, ya que el recorrido total del eco rallye se establece tomando los giros por el exterior (en el carné de ruta no sólo te contabilizan el tiempo, también los kilómetros: si «cortas» en exceso, no saldrán las cuentas). Pero es lo que te pide el cuerpo y resulta muy difícil acordarse, es un tipo de conducción antinatural. Hay que mirar la carretera, el velocímetro, el parcial cada 200 metros, los ciclistas y los vehículos particulares en el tramo. Arenas, por su parte, controla el tiempo total, el parcial, la tabla y el rutómetro para no saltarnos ningún cruce. Cuando termina este tramo, seguimos primeros en la general. Sorprendente.
Antes del descanso de mediodía, las cosas comienzan a torcerse. Sin los aparatos que sí llevan nuestros rivales (cómo echamos de menos el maldito cronómetro), realizar los cálculos resulta una tarea un poco peliaguda. Para rematar la situación, encontramos un autocar cruzado en medio de la calle en uno de los pueblos que atravesamos: tenemos que parar. El conductor se aparta cuando el coche que salía un minuto después de nosotros está llegando a nuestra altura; hemos perdido demasiado tiempo. Con las prisas, nos equivocamos y tenemos que dar la vuelta, así que decidimos jugarnos una penalización en los controles de paso y «dar gas» hasta colocarnos de nuevo en nuestra posición. Adelanto tres coches en pleno tramo. Llegamos al final del bucle: somos cuartos. Tenemos el podio a tiro.
Las especiales de la tarde son más complicadas: los tiempos para cubrir los enlaces son menores y hay muchas subidas y curvas cerradas, los consumos se van a resentir. Me noto el ceño fruncido, los ojos entrecerrados… Cuando llegamos a meta, mi copiloto me toca el hombro: «Mujer, ya puedes destensarte». Él también lo ha notado. Nos echamos a reír.
Un poco después, el BMW 320d de los experimentados Luis Miguel Reyes y Joan Dalmau nos adelanta y bajamos a la quinta posición. El último tramo es catastrófico para nosotros: ciclistas por todas partes, coches que regresan a casa tras pasar un día en el campo (aquí hago un inciso: el vehículo particular que marchaba tras nuestro Golf tiró un papel ardiendo en medio de la carretera que atravesaba un pinar protegido. Más conciencia, por favor). Es imposible que la media haya salido… ¡Y somos quintos! De 17 equipos, estamos entre los cinco mejores en esa especial. Nos felicitamos: también tenemos ese puesto en la general de regularidad -en consumo lo hemos hecho bastante peor: el peso de nuestro coche, con cambio DSG, nos ha retrasado a la 13º plaza. Los neumáticos 225/40 18 tampoco han ayudado-, nuestro peor resultado en un tramo ha sido el 9º lugar… ¡y sin más instrumentos que papel, bolígrafo y el cronómetro del smartphone, que se cae hacia todos los lados cada vez que tomamos una curva! Estamos muy satisfechos de nosotros mismos, la verdad. En el parque cerrado, Dalmau nos confiesa: «nos ha costado superaros». Es la primera vez que participo en uno de estos eventos y, para qué mentir, me hincho como un pavo.
Conclusión: ¿pueden los ecorrallyes sustituir a los rallyes «al uso»? No, ni siquiera hablamos de lo mismo: vas contra el crono, pero de una forma muy distinta, los pilotos profesionales se juegan la vida y aquí el riesgo es mínimo -aunque, creedme, yo cerraría los tramos al tráfico: la seguridad es lo primero-. Llevas un volante, en ocasiones debes entrar en un giro más rápido de lo que dicta la lógica… Poco más. Eso sí, hablamos de competición. Y cuando te metes en el papel, la sangre te hierve, te lo aseguro.