Sois grandes, os lo digo muy en serio. Lo que hemos vivido esta mañana da muestra del tipo de afición que hay en este país por los rallyes y cómo deben llevarse estos temas: sin insultos, sin descalificaciones, sin pataletas vociferantes. Con fotos que sacan los recuerdos más cálidos de cada uno, con razones personales y una definición clara de lo que representa este deporte.
Una vez más, la unión hace la fuerza, vale. Pero ahora que hemos visto lo que se puede conseguir con una acertada frase en las redes sociales (¡un orgullo formar parte del mismo equipo que usted, señorita MacaLVara!), no deberíamos quedarnos ahí. Ya sabemos cómo va esto: nos indignamos -con toda la razón del mundo, desde luego-, protestamos y luego… Pues eso, y luego ¿qué?
Ahora toca fomentar lo que en los medios de comunicación generalistas no van a enseñar nunca: gente bien colocada en las cunetas, aficionados disfrutando del triunfo de su piloto sin provocar altercados, la camaradería que se respira en un tramo aunque no conozcas de nada al de al lado. Hay que promover seguridad para que las cámaras no capten el grupo de borrachos que después de estar alimentando su embriaguez durante más de dos horas vuelve al coche para conducir. Para que no enseñen la “carnaza” del público andando cuando todavía no ha terminado la especial y el coche pasa cerca, muy cerca de ellos. Para que no tengan que comentar que la prueba se anuló porque los espectadores estaban “mal colocados”.
Esto es alimentar lo que buscan los carroñeros a los que de una forma tan limpia habéis tapado la boca. Esas actuaciones no saldrán en televisión porque para los informativos no son interesantes, pero tendremos la suerte de que las pocas imágenes que nos muestren serán las que realmente queremos ver. Nadie les dará un sesgo equívoco y, si esta disciplina no gana más adeptos, al menos tampoco sumará detractores que lo son sin saber por qué. No serán necesarias más campañas como ésta y podremos dedicarnos, por fin, a los rallyes, que es a lo que hemos venido.