La Baja Portalegre 2016 ha sido el escenario para ponernos a la derecha de Kike Bonafonte, piloto de Speed Energy. En su Dacia Duster Proto, hemos disputado una carrera única.
El ambiente en la ciudad portuguesa era espectacular, me lo habían advertido. Pero cuando vi gente cogiendo sitio con su tienda de campaña durante el reconocimiento del tramo que establecería el orden de salida… apenas di crédito. Ten en cuenta que hablamos del jueves; casi no hemos saltado el ecuador de la semana y ya hay personas dispuestas a pasar la noche aquí. ¿Cuánto público va a darse cita mañana?
La ceremonia de salida me da una idea: la temperatura es más que agradable y la plaza de Portalegre que acoge el evento está a reventar. Hay espectadores por todas partes, dispuestos a acostarse tarde, aunque al día siguiente haya que madrugar. Nos toca subir la rampa, abrir las puertas del coche y saludar. Por aquí van a pasar Miguel Barbosa o Stephane Peterhansel, nada menos. Recorrerán los mismos caminos que nosotros. Han hecho a pie o en bicicleta los cinco kilómetros de la primera especial igual que Bonafonte y yo, convertida en su copiloto para este reportaje, apuntando las notas de ese tramo para leerlas mañana como si se tratara de uno de los del Mundial de Rallyes, ya que el libro de ruta no da instrucciones muy detalladas. Me puede la responsabilidad: he seguido roadbooks con más o menos fortuna otras veces, pero «cantar» es algo que no he hecho nunca. Pienso en Aintzane Goñi y Borja Rozada, quienes me han prestado el mono, botines y la ropa ignífuga, y en Diego Vallejo, cuyo casco estará protegiendo mi cabeza. Madre mía, ¿en qué me he metido?
Por añadidura, me pone condenadamente nerviosa controlar los tiempos en el carné de ruta: las penalizaciones por adelanto o retraso son una amenaza a la que no dejo de dar vueltas. Hay toda una lista de terrores a los que he de hacer frente antes de salir del parque cerrado… Pero una vez en la primera especial, desaparecen. Leo y leo y sólo me pierdo hacia el final, aunque encuentro la referencia rápidamente. Todo termina en un suspiro y Kike está muy contento, me dice que le he dado mucha confianza. Ahora mismo, no podría escuchar un cumplido mejor.
En el reagrupamiento antes del siguiente tramo echamos cuentas: hemos subido 12 puestos. Pero nuestras ilusiones se van al traste al afrontar otros 80 km contra el crono, haciendo caso a un rutómetro plagado de baches y arena blanda. Por no hablar de las roderas que han ido cavando los primeros en afrontar la pista: el Duster casi se queda empanzado, aunque Kike consigue que avance. Atravesamos un pequeño arroyo y el barro salpica el cristal, así que Bonafonte acciona el mando del agua para los limpiaparabrisas… y no ocurre nada. Con el sol de frente, apenas vemos. La situación es complicada. Y sólo funciona uno de los dos terra-trip: nos apañamos con lo que tenemos. Al llegar a la asistencia, corro a recoger los libros que establecen la ruta para el día siguiente; terminaré de marcarlos a la una de la mañana y dormiré cuatro horas, pero en este momento lo que importa es que hemos descendido en la clasificación. Bastante. Kike está contrariado: con el terreno en esas condiciones, nuestro coche no lo hará mucho mejor mañana, según se teme.
Ya sabéis cómo son los rallyes (y los raids, claro): todo cambia de un minuto al otro. Y en la especial del sábado por la mañana, en la que no dejamos de ver gente apostada en sus 170 km de recorrido, Bonafonte hace volar el Duster (a veces, literalmente). Está conduciendo a gusto, confiado, seguro. Y tan endiabladamente rápido como siempre, por cierto. Disfruta y se nota… hasta que, a 50 km del final del tramo, me dice que cree que algo está fallando.
En la asistencia, MRacing, el equipo portugués que lleva el coche de Kike (en el que la amabilidad y profesionalidad son las máximas que se aplican a todas horas, sin excepción), nos confirma que la electrónica ha hecho de las suyas y es mejor no seguir. Faltaban 211 km, la especial más larga de la Baja Portalegre. Estábamos en la plaza 26ª, habíamos vuelto a subir en la clasificación.
A pesar de todo, el piloto está contento con su actuación, la del Duster y hasta la mía. La experiencia es impagable; en Portugal los raids se viven de forma tan intensa que al público le da igual estar a pie de cuneta para ver la Baja Portalegre o el Dakar, aquella carrera que una vez salió de Lisboa para ir a África. Cuando te gustan los coches, la pasión es la misma.