Ya está todo listo para la celebración, este fin de semana, del Rallye de Madrid, el que cierra la temporada. El certamen llega con todo por decidir entre Sergio Vallejo y Miguel Fuster: uno de los dos se coronará campeón y recibirá los honores merecidos en el Circuito del Jarama. Como es habitual, el trazado de la capital concentra buena parte del recorrido de la prueba… Algo que tiene no pocos detractores.
¿Por qué esta oposición? La pista ancha, las «chicanes» artificiales (ojo, que este año también están en la Hípica y Pegaso, para restar velocidad) y las tres vueltas que hay que dar se parecen poco al itinerario habitual de un rallye. Ademas, en ocasiones el circuito ha representado más de la mitad de los kilómetros cronometrados de la cita, lo que desvirtúa el sentido de la disciplina.
Ahora, hablemos de los coches que mejor van -supuestamente- en un trazado, que son… los que han nacido para ello, vamos, los Porsche. Eso dice la teoría, pero de ahí las mencionadas «chicanes»: se intenta igualar las hipotéticas ventajas entre unas y otras monturas. Y en el resto de los tramos, dichas ventajas se eliminan, así que las pretendidas garantías de unos sobre otros son bastante relativas. Todo puede pasar.
Por otra parte, hay que reconocer que el Jarama también tiene muchas cosas buenas. Concentra un gran número de público, acercando los rallyes a todos aquellos que no se animan a ir a las especiales «de verdad». Tenemos el mismo «problema» que con los tramos urbanos: intentamos captar «fieles» dándoles algo que poco tiene que ver con la disciplina y luego se encuentran con la «sorpresa». Pero siempre es mejor que nada.
Además, está la comodidad: curvas iluminadas por la noche, el parque de asistencia allí mismo, aparcamiento fácil. Y el podio al lado, para que no tengas que desplazarte cuando el vencedor descorche el champán. ¿Un consejo? Pasa antes por los tramos nocturnos. Aunque sólo sea una vez en la vida, hay que verlos.