El sábado 15 de septiembre estaba solo en casa con los niños y apagué el móvil a la hora de su cena. De no haberlo hecho, hubiera contestado a las llamadas desde Inglaterra con la noticia de la muerte de Colin McRae, su hijo Johnny y dos amigos de ambos al estrellarse su helicóptero en las inmediaciones de su casa en Lanark; lo hubiera sabido antes, pero no hubiera cambiado la gran consternación que me causó.
Desde el punto de vista de mi labor, no voy a decir ahora que Colin fuera un personaje simpático. Sobre todo, desde que en Suecia de 1992 estuviera a punto de atropellarme al salir de un control de llegada de un tramo donde intenté entrevistarle, ‘alcachofa’ en mano, para una televisión italiana cuando acabó segundo, su primer podio en el Mundial de Rallyes… Después, con la llegada de Carlos Sainz a Subaru dos años después, supongo que la prensa española y él establecimos una serie de barreras, invisibles, pero que iban poco más allá del saludo cortés; eso siempre que no se produjeran roces entre el escocés y el piloto madrileño. Su marcado acento escocés que obligaba a estar atento a sus pocas y parcas palabras ante, según él, una ‘Armada Española del papel’ predispuesta en su contra, no ayudó a mejorar una relación mutua; ni siquiera, posteriormente, con Sainz fuera de su equipo. Un poco como ahora sucede con la prensa que sigue a Fernando Alonso y la relación de la misma con Lewis Hamilton… . Y es que la historia parece estar escrita y repetirse.
Pero ese antagonismo proporcionó a todos momentos inolvidables, como la lucha a la décima de segundo protagonizada en Portugal en 1998, entre su Subaru Impreza con el que siempre se le asociará y el Toyota Corolla de Sainz, que se dirimió a favor del escocés al final por sólo 2,1 segundos en el último tramo. Todo lo anterior debe, además, multiplicarse por tres, es decir, las ocasiones en que Colin McRae y Carlos Sainz fueron compañeros de equipo: en Ford desde 2000 a 2002 y en Citroën en 2003. Malcom Wilson tuvo más manga ancha que David Richards, pero el roce entre dos campeones volvió a hacer saltar chispas como en el Rallye Acrópolis de 2000; en Citroën, fuera de un equipo inglés, la ventaja fue para el español, que llegó a superarle repetidamente ante el crono.
Sin embargo, su decisión de retirarse del Mundial fue una decepción para todos. Debo confesar una cosa (lo siento Carlos, y es que me pareció que hasta te traicioné): poco después de tomar esa instantánea suya con su hijo Johnny y con el piloto español, en una asistencia remota en el pueblo galés de Sennybridge, en el Rallye de Gales de 2003, me dirigí a él como un aficionado más, diciéndole simplemente: ‘please Colin you must come back’, o sea, ‘Colin regresa por favor’. Las circunstancias quisieron que no se materializara ese deseo, excepto en un par de ocasiones, gracias a Joan Sureda, manager de Skoda, en Gales y Australia; allí los aficionados lo apreciaron, y jalearon de nuevo su nombre. El año pasado en Turquía, sin embargo, Colin de nuevo con Citroën no pudo suplir la ausencia forzada de Loeb.
El otro día en Salou, antes de la salida del Rallye de España, se organizó un homenaje a la figura de Colin McRae. Yo fui dispuesto a tomar una foto, pero en cuanto vi toda la parafernalia, con un Marcus Gronholm apenas visible al fondo pese a su altura, disparé, obtuve la instantánea que me pedían sin más y me marché sin escuchar los discursos, algunos sentidos, otros a la altura de las circunstancias, supongo. Quizá la música del gaitero inglés hubiera influido en mí de otra manera y no hubiera escrito así. Pero aquello parecía un mitin político; me fui pensando en lo ocurrido hace doce años en Lloret, las declaraciones de unos y otros de entonces: un triste episodio deportivo debido a la, entonces, inmadurez del personaje. Y es que Colin era mucho Colin, pero, Dios que ahí le tienes, que manos tenía… .
*Hiperfocal: Dícese de la distancia más corta a la que puede enfocarse un objetivo de forma que su profundidad de campo se extienda hasta el infinito.
ESTEBAN DELGADO