Normalmente siempre es bueno recordar sea por el motivo que sea. No importa que cada año el 6 y el 9 de agosto se conmemoren las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki para no olvidar de lo que es capaz el ser humano contra sí mismo, ni tampoco evocar efemérides como la ocurrida hace veinte años en el Rallye de Sanremo de 1990 con la consecución del primer título mundial de automovilismo para España gracias a Carlos Sainz y Luis Moya.
A veces me recrimino no haber llevado un diario personal durante mi trayectoria profesional, confiando siempre en una memoria a la que el tiempo no perdona, donde consultar datos o revivir anécdotas y curiosidades como las acaecidas aquel año de triunfos empezando por el del Rallye Acrópolis, el primero del piloto madrileño, el histórico en el Rallye de los 1000 Lagos o ese tercer lugar en Italia que le valió a Sainz su primer título mundial.
Tirando de memoria recuerdo que el piloto de Toyota iba primero hasta que se salió en el último de los tramos de tierra en Umbría, golpeando contra un árbol lateralmente por el lado del conductor y perdiendo un par de minutos antes de ser sacados por los propios ‘tifosi’, acabando pese a todo tercero justo delante de Juha Kankkunen, el único que podía cuestionarle el título, pero que debía ganar para seguir aspirando al mismo, lo que fue suficiente para alzarse con su primera corona mundial. No recordaba ya que la carrera fue ganada por Didier Auriol sobre su Lancia Delta Integrale 16v, ni que nada menos fueran 13 los pilotos que lograran un ‘scratch’ en alguno de los 35 tramos de la prueba transalpina, ocho de ellos por el español; ni el debut del Lancia con embrague hidráulico de Valeo conducido por Piero Liatti, ni el nombre del susodicho tramo, San Martino in Colle, a medio camino entre Gubbio (todavía tengo un cenicero del hotel Park Hotel ai Capuccini) y Perugia, donde el primer líder de la prueba, Massimo Biasion, que buscaba su cuarto triunfo en casa se dejaba una rueda de su Lancia en la misma curva que Sainz distraído por sus restos.
Y es que todo eso lo he podido consultar en mi colección de anuarios ‘World Rallying y ‘Rallycourse’. Tampoco recuerdo los tramos que hice, pero he comprobado que en ‘Imágenes de Carlos Sainz’ no incluí ninguna fotografía de aquel Sanremo de 1990, así pues no debí quedar muy contento de aquellas instantáneas aunque plásticamente la Umbría no era lo mismo que la vieja Toscana. No obstante, sí recuerdo haber visto la asistencia de Toyota antes de volver a los tramos de asfalto de la Liguria con el Celica GT-Four de Carlos Sainz enmarcado de cinta americana negra.
Pero mira tú por dónde hay dos hechos que tengo claros perfectamente en el tiempo. El primero que después de estar todos los fotógrafos colocados en la tribuna para el champagne el querido compañero Emilio Pérez de Rozas, ex ‘El País’, tuvo que hacer su fotografía debajo del podio motivando el enfado de todos al situarse en todos los encuadres, para que después, una vez en Madrid, los del laboratorio de ‘Diario 16’ la fastidiaran con ese carrete como le pasó a Robert Capa en el desembarco de Normandía quedando las diapositivas demasiado ‘lavadas’ por apurar demasiado la duración del líquido revelador. Por fortuna pudieron publicarse posteriormente hasta en ‘Hola’ donde debían ser unos maestros del ‘fotochop’ analógico de entonces para recuperar en parte su estado original … . Y por último, que a alguno de los de cierre de ‘Motor 16’ se les traspapelaron las galeradas, o sea los textos de mi crónica que debían pegarse sobre la plantilla, por lo que en la revista los párrafos aparecieron mezclados dejándola poco comprensible….
¿Por qué el ser humano se acuerda siempre de lo malo?
Esteban Delgado
*Hiperfocal: Dícese de la distancia más corta a la que puede enfocarse un objetivo de forma que su profundidad de campo se extienda hasta el infinito.