Hiperfocal *. Mi maleta

| 14/06/2011

No recuerdo cuando llegó a mis manos, pero seguro hace más de una década. Su inmediata antecesora, de un modelo rígido de la misma y conocida marca, quedó descuadrada tras haber contabilizado apenas un par de viajes: puede que al caer de una cinta transportadora o por el lanzamiento sin contemplaciones de cualquiera de los ‘discóbolos’ que integran el servicio de maletas de los aeropuertos. A su vez, ella había sustituido a una gran bolsa roja, regalo del Toyota Team Europe con la que di unas cuantas vueltas al planeta durante unos años prodigiosos. Pero se imponían unas ruedas para arrastrar sin dificultad, una vez como mínimo al mes, todo el peso de la vestimenta necesaria para casi una semana de rallye ya que a medida que las velas de mi cumpleaños eran más numerosas, se hacía más difícil su transporte fuera por los pasillos de Changi, Ezeiza, Heathrow o El Prat.

Para rallyes como el próximo Acrópolis, apenas hubieran sido seis polos o camisetas, un par de pantalones tejanos o de verano, cuatro pares de calcetines de deporte, un par de zapatillas de trekking para los tramos, ropa interior, neceser de aseo, amén del pesado chaleco para fotógrafos permanentes de la FIA y un par de libros de regalo. En esas ocasiones, ella quedaba un tanto ‘fofa’ dada su mayor capacidad, pero para Suecia la suma de los pantalones de esquí, las botas de nieve, el forro polar y el anorak de Goretex, amén de la gorra, guantes y bufanda, parecía a estar a punto de explotar cual parturienta, si no ya de superar los veinte kilos preceptivos de la clase Económica de cualquier compañía aérea. Y no quiero recordar el año que cogí el vuelo directo de Gerona a Estocolmo con Ryanair que fija el límite de quince… .

En los viajes de ida esperaba con ansiedad ver su color azul marino (uno de los más sufridos para una maleta que no delatan su continuo y sucio trasiego) asomar por la boca de la cinta transportadora y es que, en caso contrario, resultaba un auténtico trauma hacerse con la ropa necesaria para cubrir mi trabajo al día siguiente ya fueran en tramos de tierra o bajo las inclemencias del tiempo, aparte de usar la puesta, sin contar con el hecho de que desde el aeropuerto de aterrizaje hasta mi destino la distancia suele ser respetable. Pocas veces se retrasó y en una ocasión en la prueba nórdica el hecho le costó a SAS un par de flamantes botas McKinley que desde entonces forman parte de mi ajuar invernal. Tan solo una vez en Bristol, volando al Rallye de Gales, se encontró con una ‘gemela’ del mismo color y únicamente una etiqueta de la IB Plus la salvó de la confusión y de un cambio de dueño, creo que no deseado.

El paso del tiempo y de centenares de cintas de aeropuertos había hecho mella evidente en su cara externa, y este invierno había decidido sustituirla por una de cuatro ruedas, pero quizá la nostalgia me había hecho aplazar ‘sine die’ la medida. De regreso de mi último viaje a Argentina, la esperé impacientemente durante casi una hora en la cinta nº 15 del monstruoso y a todas luces innecesario nuevo aeropuerto de El Prat. No llegó. En algún punto del vuelo entre Córdoba, Rio de Janeiro y Madrid se perdió. A ello se sumaba el hecho de que mi resguardo de equipaje tampoco aparecía y temí no volverla a ver. Removí cielo y tierra en el departamento de equipajes de Iberia, hasta que finalmente a la mañana siguiente llegó un mensaje con noticias suyas. Esperé pacientemente el reparto, la abrí, expelió toda la ropa de sucia de una semana junto a los regalos para la familia y en aquel momento decidí darla la jubilación anticipada que los nuestros nos niegan.

“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia, es hora de morir…”, supongo que diría como Rutger Hauer en ‘Blade Runner’ si pudiera contar algunas de sus vivencias en las bodegas de carga de mil y un tipos de aviones o en los vericuetos de casi un centenar de aeropuertos.

Esteban Delgado

*Hiperfocal: Dícese de la distancia más corta a la que puede enfocarse un objetivo de forma que su profundidad de campo se extienda hasta el infinito.

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