Hablamos de los rallyes porque es lo que nos toca directamente y lo que vivimos en primera persona, pero en la mayoría de los deportes hay personas que no entienden la esencia de una competición. A los aficionados al fútbol tampoco les gusta que haya cuatro locos montando líos en torno a un partido, y los clubes tratan de buscar soluciones.
Todos los deportes están hechos para disfrutar y entretener, tanto la parte participante como la parte aficionada. Que la mayoría se disputen en fin de semana no es casualidad y tenemos que entender que hay barreras que no se pueden traspasar.
Este fin de semana hemos vivido situaciones realmente embarazosas en las cunetas de los rallyes Sierra Morena y Noia. En el tramo de Pozoblanco, en Córdoba, pude ver una con mis propios ojos y me quedé perpleja. Un comisario, de no más de 20 años, se acercaba a un grupo de personas, de todas las edades, y les pedía por favor que se pusieran en un punto más alto, ya que ahí corrían peligro. En un primer momento, siguieron las instrucciones del representante de la organización, pero cinco minutos después volvían a ponerse en el mismo lugar donde se les había prohibido estar. De nuevo, el joven comisario se acercaba para volver a mandarles para arriba, y fue cuando empezaron las faltas de respeto y las malas maneras hacía el chaval, que de forma voluntaria estaba ejerciendo su colaboración con el rallye y que no tiene por qué aguantar, bajo ningún concepto, ese tipo de actitudes. Finalmente, y bajo la imposibilidad hacerles entrar en razón, el chico hizo lo más sensato: avisar a la pareja de Guardia Civil que se encontraba en el punto de radio. Cuando los agentes llegaron a la zona del conflicto, todavía les discutían, pero el tono ya era más bajo. Supongo que un uniforme verde impone más respeto que un chaleco naranja, que recordamos, representa una autoridad a la que hay que obedecer.
Esta será una de las anécdotas del fin de semana, pero deja claro el empeño de la organización porque las cosas salgan bien. Finalmente ese tramo fue neutralizado, algo que también evidencia que sin la colaboración del público, todo ese trabajo no sirve para nada.
No estamos aqui para dar lecciones, todos alguna vez hemos cometido imprudencias sin ser conscientes de las consecuencias que pueden tener, pero si algo nos hace honrados, es aprender de los errores. Esto no es culpa ni de los medios, ni del sensacionalismo. Esto es un reflejo de cómo unos pocos son la condena de muchos.
¿La solución? Yo sinceramente no sé dónde está. Posiblemente habría que empezar por controlar la afluencia del público cobrando una entrada. El que quiera ir de romería, si tiene que pagar, no lo hará dentro de un tramo cronometrado. Por supuesto, multas y si es desgraciadamente necesario, detenciones. Y partir de ahí, a ver cómo se van desarrollando las pruebas. Si mejora, perfecto. Si todo sigue igual, nuestro deporte se prohibirá, con toda la razón.
Nosotros decidimos.