La foto es del último parque de trabajo. Sí, ese de rigor en el que los mecánicos, ya con todo el tenderete recogido, apenas sacan el desengrasante y un paño para, con cierta parsimonia, tratar de dejar la máquina reluciente antes de entrar en el parque cerrado final.
Pero previo a este acontecimiento, Alex, el mecánico responsable de este coche -visto lo visto, algo así como un obrador de milagros- se echaba las manos a la cabeza y gesticulaba ante la osadía que el piloto había cometido para la última sección: «hemos corrido todo el rallye con cuatro ruedas usadas y dos nuevas; pero lo de nuevas debió ser en su momento, porque sabe dios cuándo fueron compradas», señalaba con ese tono socarrón y retranquero que, aderezado con acento coruñés, daba a la afirmación un significado parecido al de «si salimos de esta…».
El caso es que Alex no las tenía todas consigo y temía que el coche, aunque había completado los tramos, no pudiese llegar al recinto ferial IFEVI. Estaba convencido de que algún neumático literalmente se iba a desintegrar… «¡tenían calvas!». Pero llegaron sanos y salvos, y el equipo con una sonrisa de oreja a oreja.
Miguel, el copiloto, bajó del coche con cara de cansancio. El día le había llegado. «Es que a quién se lo cuentes no se lo cree», relata. «Mira qué ruedas. Nos hemos mandado el último tramo a todo trapo y él -por el piloto- bombeando constantemente el pedal de freno porque aquello no paraba. Y así todo el día, y encima con un fallo en el motor. Ya no puedes decir nada porque la gente cree que les estás vacilando. Pero este tío es la leche», sentenciaba, en referencia a Álvaro Muñiz. Un piloto que, pese a todo, a punto estuvo de hacer podium en dos ruedas motrices en el Rías Baixas.
Pues eso, que hablamos del coruñés con más me gusta en facebook; el rey del todo cogido con pinzas que en el último momento hace tres pases mágicos y convierte algo que parecía en desastre en un resultado mucho más que aceptable. El mismo del que necesitas diez mensajes de whatsapp y otras tantas llamadas de teléfono para que te conteste -aunque reconozco que en la última conversación lo hizo a la primera-. El mismo que, como decía un amigo, «queda contigo a las diez, tú apareces a las doce y llegas antes que él». El mismo que se sube a un coche, sea cual sea y en el estado que sea, y se marca un rallye para quitarse el sombrero y decir: «qué cabrón, ¿cómo lo has hecho?». El mismo al que pude ver recorriendo el circuito lucense de A Pastoriza con un kart a fuego, derrapando, con una pierna al aire y saludando con la mano, y acto seguido bajarse y pilotar un coche de radiocontrol -en su momento el tipo le pegaba en plan pro–
Son muchos los que piensan -pensamos- que con un programa serio, cerrado y con un coche a la altura de las circunstancias sería algo más que un serio candidato al título absoluto en el Campeonato de España de Rallyes. Su gran nivel de pilotaje lo demostró en el Rallye de Madrid del pasado año; qué no haría con más tiempo y rodaje con el Porsche. El caso es que, por unas o por otras, nunca ha terminado de tener ese programa… quizá, como reconocen sus compañeros, porque lleva en la sangre esa vida desordenadamente ordenada y siempre acelerada en las carreras en la que, como el estudiante sagaz, durante el curso va avanzando a trancas y barrancas y en el examen final tira de lo que más sabe, que en este caso es pilotar, y se sale del mapa.
Por cierto, el Porsche debería llegar a partir del Rallye de Ferrol, pues alguno ya hay visto. Y decimos debería porque con Álvaro Muñiz nunca se sabe… mientras tanto os recomendamos la visión de una de sus cámaras on board publicadas en youtube: Rallye do Cocido de 2015, una buena referencia de cómo pilota y de lo bien que se lo pasan él y su copiloto, Miguel Vilas. ¡Qué tios!.