Después de múltiples dudas sobre lo que hacer después de la cancelación del tercer tramo, Evangelistria, y con la máxima de acudir a la asistencia de Itea, dos años después de la última vez hemos vuelto al tramo de Thiva, el único que se repetía dos veces en la primera etapa del Rallye Acrópolis, y en el que Dani Sordo era el más rápido ascendiendo además al segundo lugar.
Nuestro vehículo, uno de los nuevos Seat Ibiza ha tenido hoy un segundo ‘rodaje’ que ha totalizado más de quinientos kilómetros y es que prácticamente hemos hecho todo el día ‘a cuchillo’, con un uso extremo de la conducción griega que implica utilizar los arcenes por parte de los vehículos adelantados hasta que la anchura de la carretera permita el paso incluso de cuatro vehículos, no me hagáis explicar cómo.
Livadia, Karakolithos, Distomo y descenso directo hacia el mar por una carretera llena de paellas hasta Itea. De no ser por la anulación de Evangelistria hubiéramos llegado antes que los pilotos, así que cuando aparcamos en el paseo marítimo de Itea, algunos como Dani Sordo ya estaban comprando muebles para su nueva casa, ¿se nos casará algún día el piloto cántabro?, porque este es como los marineros, una novia en cada puerto… .
Mientras los pilotos de Citroën se duchaban, porque en Ford tanto Latvala como Hirvonen o Henning Solberg se metieron en una furgoneta para disfrutar de un descanso de una hora, con Julian, Ricardo y Javier apuramos una cerveza en la terraza de uno de los muchos restaurantes al borde del mar en Itea. Luego, finalmente, una asistencia como las de siempre: ni carpas ni nada, cuatro mecánicos por coche, los pilotos ayudando como podían, rellenando sus ‘cantimploras’, todos bajo un sol de justicia que cada uno trataba de llevar como mejor podía.
Pero el cronometro no perdona y apenas Loeb entró en el control ya nos dirigíamos al final de Drosohori siguiendo las indicaciones de un buen amigo, Massimo Bettiol. Pero lo que era medio kilómetro para encontrar una curva con una bonita vista de montañas y cedros se convirtieron en casi dos y las indicaciones proporcionadas por el fotógrafo veneciano no cuadraban. Esta noche estaba claro que tocaba ‘tsouvlaki’ Massimo. Al final, era el tramo que no tocaba y la cena se ha ofrecido a pagarla él … .
Así que si no lográbamos llegar de nuevo al tramo de Thiva, el bagaje del día era algo más que escaso. Había que bajar de la estación de esquí del Monte Parnassos para cubrir unos ochenta kilómetros en una hora y, sobretodo, no perderse para atravesar Thiva. Menos mal que el rally había acumulado nueve minutos de retraso que apenas nos permitió dejar la mochila de las máquinas fotográficas en el suelo antes de que pasara Loeb al que esperaba su mujer Severine. Julián, que había decidido andar unos cientos de metros más se ‘encontró’ prácticamente con la salida de pista de Jari-Matti Latvala. Menos mal que no se olvidó de hacer fotos organizando a la gente para desenpanzar el Ford Focus WRC del finlandés…
Mañana volvemos al Peloponeso por primera vez desde 1991. Seguro que sus tramos hacen honor a su fama de demoledores.