Espero que quedara claro que el viernes fue un día lleno de problemas que me hizo preguntarme qué puñetas hacía yo en Bulgaria. Pero tampoco era como para aburrir al personal con los problemas que tiene uno en su trabajo y era una forma distinta, espero que además simpática, de explicarlo y a la vez me permitía desahogarme.
Hoy no ha habido el más mínimo problema ya que para evitar cintas, comisarios y policía, Jordi Rierola y yo, como muchos otros compañeros, nos hemos dedicado a la ‘sección’ tramos de enlace y asunto resuelto. Y además esa decisión nos ha permitido relajarnos un poquito e incluso llevar un horario de comidas normal, aunque en Bulgaria resulta difícil salir de la ensalada griega, el pollo o el cerdo.
No es fácil circular por las carreteras búlgaras, que no se han asfaltado en cincuenta años, embotada de unos conductores más locos que los griegos y teniendo que subir y bajar continuamente a las empinadas montañas donde el paisaje resulta sorprendente, digno de un film sobre Heidi. El paisaje resulta deprimente con multitud de fábricas abandonadas, casas faltas de pintura y una gente que vive como puede, aunque no faltan los todo terreno de gran cilindrada. Nuestro Opel Astra familiar con seis cifras en su cuenta kilómetros se ha portado bien aunque el asfalto ya en seco es una autentica pista de patinaje y afortunadamente nos hemos salvado de la lluvia matinal.
En esta segunda etapa hemos hecho dos tramos de enlace, un pueblo y el lago de donde ayer me echó la policía búlgara (y no fui el único), además de la última asistencia donde hemos podido hablar con los amigos, cosa que ayer fue imposible y que me obligó a cerrar estas crónicas cerca de la una y media de la madrugada. El calor esta tarde en la asistencia era sofocante, unos diez grados más que ayer. Allí nos hemos encontrado con Dani Sordo Sr y Sra. quienes también se preguntaban que pintábamos aquí y nos hemos reencontrado con Juan Petisco, ganador en Bulgaria en 1979 con Antonio Zanini en el Fiat 131 Abarth de SEAT Competición, con quien estuvimos cenando el jueves en un restaurante recomendado por su viejo amigo “Gipsy”, el responsable de Relaciones con los Participantes, que en aquellos días era el cambista de divisas y ‘conseguidor’ de cosas en la República Socialista de Bulgaria. Tampoco ha faltado más de un búlgaro que se ha dirigido a nosotros chapurreando español aunque espero que no sepa de qué va lo del ‘búlgaro’. Por cierto en sus costumbres asentir con la cabeza de arriba abajo no es decir sí o consentir, si no todo lo contrario.
Hoy con el rally retrasado una hora para rematar nos han echado de la sala de prensa y crucemos los dedos para que la línea no se corte en el hotel.
¡En 24 horas estoy en mi casa!