Después de habernos dejado más de 60 lereles cada uno en la cena de ayer en el grill del hotel Mövenpick, en apenas una ensalada de camembert, cuatro costillas de cordero y una tarta Tatin (cantidad jamás gastada en un restaurante ni con mi señora cuando éramos novios); la escasa distancia entre los ochos tramos a disputar hoy permitía ver hasta seis veces los coches en acción. Pero tampoco era el caso tras haber acumulado bastante material fotográfico paisajístico y ya con el frasco de cremasolar factor 50 casi vacio. Lo único que me faltaba era chapa, pura y dura, y eso era lo que buscaba.
La sorpresa saltaba en un cruce del primer tramo a apenas unos metros de la carretera de Amman, tomada por el Ejército esperando seguramente la visita del Príncipe Feisal. El primer coche en aparecer, un Citroën C4 WRC, no era el de Sebastien Loeb, sino el de Sebastien Ogier, algo que solo nos dimos cuenta comprobando las fotos tomadas en la pantalla de la cámara. Y luego un Ford, pero no el de Jari-Matti Latvala sino el de ¡Mikko Hirvonen!. Me había perdido algo ya que solo había tomado una cerveza en la susodicha cena, que no era otra cosa que el uso y abuso de unas tácticas extremas, en cualquier caso permitidas por el reglamento, donde cada equipo acusaba al otro de emplearlas. Pero eso es cosa del ‘Telex 3’.
Con Jordi Rierola habíamos decidido hacer solo un par de tramos, y aprovechar el tiempo para hacer algunas señales de tráfico en árabe, antes de dirigirnos al punto más conocido del último Rallye de Jordania, el tramo de Baptism Site (o sitio del Bautismo), cercenado en el paso de agua por las últimas lluvias, lo que concentró casi el ochenta por ciento de fotógrafos WRC en una curva con ‘fesh-fesh’. Después de eso, ducha, sala de prensa, podio, rueda de prensa sin Dani, pero con Xevi, y a hacer la maleta que el vuelo de Lufthansa sale a las 2h 40 de la ‘Madrugá’, pero nada que ver con la de la procesión más grande de la Semana Santa en Sevilla, la nuestra sin ‘la Macarena’ ni ‘el Jesús del Gran Poder’.
Y como no sabemos qué deparará la FIA al Rallye de Jordania, había que cumplir con el rito de bañarse en el Mar Muerto, algo que había evitado en la anterior edición. O sea que apenas un minuto en el agua para la típica foto y fuera, a la ducha a quitarse ‘el chapapote’. Eso sí, les recomiendo no entrar con ninguna herida o roce, porque la sal que contiene el agua, diez veces más que la habitual, actúa como una rápida cura sobre la piel…. Y menos embadurnarse de barro negro como algunos.
Por cierto, en quince días seguiremos escuchando a los imanes en lo alto de los minaretes, aunque eso para Jordi es algo habitual en su Manlleu natal… .