Hoy ha sido una jornada satisfactoria casi al cien por cien. Sin más tiempo para comer en todo el día que unas patatas fritas, un helado y un birra, hemos logrado ver cuatro tramos de la primera etapa. El amigo Massimo Bettiol, Les Kolczak, fotógrafo de Ford, Jordi Rierola y un servidor hemos viajado afortunadamente en clase Bussiness, o sea: el coche clase B alquilado en Hertz se convirtió en un Jeep Wrangler cuatro puertas cual calabaza en carroza de La Cenicienta y por el mismo precio.
Lamentablemente el cielo se ha visto casi tapado a lo largo del día privándonos de las soleadas instantáneas que representan la prueba azteca. Además los organizadores han adoptado la teoría vigente de algunas organizaciones de que una valla de plástico detiene los coches, así que curvas tradicionales como la horquilla final del primer tramo, Alfaro, tenían una doble línea roja en un lugar donde los espectadores no llegaban a la media de docena de fotógrafos con pase FIA permanentes allí presentes. O sea que hemos apostado por hacer un enlace, en la travesía de Nueva de Valle Moreno, un precioso y tranquilo pueblo con infinidad de tomas que además ha permitido a Les adoptar una nueva ‘posición de trabajo’… .
La necesidad de Jordi y Massimo de esperar en la ‘ruta’ al piloto transalpino Gianluca Linari, junto a la decisión de los organizadores de ampliar de dos a tres minutos las salidas de los pilotos WRC y de uno a dos minutos las de los participantes en las Copas de Grupo N y Super2000, nos han hecho ir de ‘boli’ todo el día. Pero hoy por tí, mañana por mí, así funcionan las cosas en la Comunidad. O sea que no hemos parado, lo que unido a la dura suspensión del Wrangler, los ‘lomos de burro’ que te obligan a reducir la marcha al paso por zonas habitadas y la disminución de oxígeno a los 4.000 metros de altitud donde se desarrollan los tramos; ha hecho quedemos molidos. Al final después de algún ‘susto’ con Massimo al volante lo mejor hubiera sido que Linari hiciera las fotos y Massimo corriera con su Subaru Impreza…
Y por si las siete horas de diferencia entre España y México no fueran suficientes para hacer que cerrar el MARCA sea una odisea, a la vuelta a unos diez kilómetros hemos pinchado. Un clavo de unos diez centímetros con la suerte de parar a unos metros de una gomería donde nos han cobrado dos euros por solucionar el problema. Pero como yo estaba con el agua al cuello con el cierre, un cliente del taller, Baltasar Gómez, se ha ofrecido a llevarme en su furgoneta hasta la sala de prensa. ¡Muchas gracias!.