Hace ya tres ediciones que no vuelo a Nueva Zelanda, uno de los países más bonitos de la tierra. Y la razón no es tan solo de orden económico. Un mínimo de catorce horas de avión hasta Singapur, más doce horas de estancia en el aeropuerto de Changi durmiendo mirando el ‘duty free’ para embutirse otras diez en un asiento a 10.000 metros de altura antes de llegar a Auckland en uno de los Jumbo 747 (ahora Airbus 380) de Singapore Airlines, destrozan a cualquiera.
Pero no solo es querer y poder ir. En 1990 un retraso en el Puente Aéreo entre Madrid y Barcelona me impidió conexionar con Londres y llegar a Auckland para ser testigo de excepción de la primera victoria de Carlos Sainz allí abajo. Un año más tarde si que aterricé, pero solo para cubrir dos de las cuatro etapas para poder volver con los carretes fotográficos a la redacción de Motor16 y poder cerrar la revista con la crónica de la misma. Y es que eran los tiempos de las Nikon F4, no de las actuales réflex digitales e internet… .