Pese a que el sábado por la noche fue la verbena de San Juan con sus hogueras, tracas y petardos que hicieron imposible pegar ojo, ni siquiera tuve ganas de levantarme y encender el ordenador para seguir las evoluciones de la última etapa del Rallye de Nueva Zelanda.
Solo aguanté los dos primeros tramos viendo los tiempos parciales entre Dani Sordo y Thierry Neuville. El cántabro en su línea, muy rápido al principio y perdiendo algo de tiempo a medida que pasaban los kilómetros… con un juego de neumáticos blandos que por el artículo 33 no respondían como todo el equipo esperaba. Así que mejor en la cama contando ovejas que cabreado delante de la pantalla. Por tanto me perdí sus tiempos scratch en la Superespecial de Auckland, de 2,05 kilómetros…de asfalto y el accidente de Ott Tanak que propició que Dani subiera una posición hasta la sexta. En el ‘Power Stage’ el piloto de Mini se quedó a las puertas de puntuar después de un pequeño fallo.
Arriba, tercer doblete de Citroën del año, quinta victoria de siete para Sébastien Loeb (la 72ª) que cuenta ya con 32 puntos de ventaja sobre su compañero de equipo Mikko Hirvonen y 23 más sobre el primer piloto de Ford clasificado, el noruego Petter Solberg. Vamos que o se cae otra vez del quad o nadie le podrá arrebatar el noveno título mundial, lo que sume un año más al Mundial de Rallyes en el aburrimiento más absoluto.
Solo cabe esperar a ver la actuación de Dani Sordo en las pruebas de asfalto porque en las de tierra está claro que la falta de tracción del Mini sigue evidente en la nueva evolución. Así que habrá que esperar hasta Alemania (donde también sabremos el nombre del segundo piloto de Volkswagen) y falta por ver si Francia o España quedarán incluidas en el programa del equipo Prodrive.
Para acabar y sin que sirva de precedente, hay que rendirse ante Fernando Alonso como piloto…y como español. La verdad que verle demostrar su alegría ante los aficionados con la bandera de España fue impagable para un servidor. El único problema fue tener que cambiar de TV3 a la retransmisión del Lobato, ¿adivinan para qué?.