De los tres tramos por bucle de ayer jueves, elegimos el más famoso: Saint Bonnet Le Froid, arzobispo de Clermont-Ferrand del siglo XVII, para quien se interesa por la Historia. Para los aficionados ese tramo forma parte de la historia con hache minúscula del Rallye de Montecarlo, y fue la razón por la que miles de ellos se desplazaron hasta allí pese a la climatología.
De nuevo, cita en el hotel Mercure para el cambio de montura y camino de Lyon hasta Annonay para llegar al pequeño pueblo de apenas 200 habitantes donde está tanto la salida como llegada del tramo, tomado por la policía que ya había detenido a quienes pretendían llegar en coche hasta allí, obligándoles a caminar unos tres kilómetros sobre un asfalto que había dejado de ser negro otros tantos kilómetros antes y que pudimos superar sin problemas con el Skoda Yeti y sus benditos neumáticos de contacto.
No presentó mucha dificultad aparcar detrás de la iglesia, junto al ayuntamiento. Lo difícil fue salir con la ventisca que hacía en un ambiente que marcaba los -11ºC. Una pequeña excursión para ‘cambiar el agua a las olivas’ resultó clarificadora. Con 5 horas largas entre pasada y pasada, decidí buscar un ‘taxi’ de vuelta y afortunadamente estaba allí Jo y Sophie Lillini que tenían una plaza en su Ford Fiesta. Así que lo primero que hice fue dejar mi ordenador en su coche y quedar después de Sébastien Chardonnet de nuevo allí para bajar a Valence.
Como mi gorro no me cubría las orejas y la capucha del anorak no resultaba suficiente caminar hasta la línea de meta me dejó la parte izquierda de la cara como un tempano a causa del viento. Afortunadamente, después de la curva izquierda final, la primera a derechas estaba tapada por la montaña y resguardaba algo. Allí me instalé sin intentar siquiera bajar a la paella redonda derechas poco después de la salida donde estuve el año pasado y subir unos 100 metros después del paso de los cuatro o cinco primeros. Y es que uno se hace mayor…
A cambio busqué un puesto desde donde pude hacer tres fotos. Primero con la Nikon D300 y el 70-200mm con el coche pequeño y la gente alineada en la falda de la montaña luego subiendo el zoom en la curva derechas con el coche ocupando gran parte del visor, para cambiar en un segundo a la D3 con el 24-70mm y hacer un lateral. Así de paso dejaba de sentirme culpable por ‘escapar’ de aquel infierno…
Después de volver al pueblo, obligados por los gendarmes, dimos la habitual vuelta por St.Agreve para llegar a la sala de prensa después de hora y media de viaje, aunque a tiempo de ver la asistencia y pillar a contrapelo a Carlos Sainz en animada charla con Sébastien Loeb y un Seb Ogier muy atento a los dos campeones.
Dani Sordo había logrado entrar en el podio a costa de su jefe de filas Mikko Hirvonen, aunque se encontraba amenazado por Evgeny Novikov a poco más de cinco segundos que logró ganar dos de los tres tramos de la mañana casi agotando su stock de neumáticos.
Por la tarde todo lo que se había contraído la situación volvió a acentuarse. Sébastien Loeb logró dos mejores tiempos y acabó arrancando a Ogier y su VW Polo R WRC una quincena de segundos adicionales. Dani Sordo pudo despegarse algo del piloto ruso y consolidar algo su posición en el podio y además dejó a Hirvonen a casi 45 segundos. En el control, ya anochecido una de las asistentas de prensa de Citroën, le tendió un anorak que resultó ser de Seb y el cántabro acabó soltando: “¡Mañana seguro que haré todos los scratchs!”. Ojalá.